PINTANDO AL DESPRECIO, DE MATÍAS SÁNCHEZ

De la exposición PINTANDO AL DESPRECIO, por MATÍAS SÁNCHEZ

La Galería Costantini Arte Contemporáneo (Milán) presenta el próximo 26 de febrero la exposición individual de Matías Sánchez bajo el título "Pintando al deprecio". Un conjunto de pinturas desarrolladas por el artísta sevillano durante el 2008/09. La inauguración tendrá lugar a las 18.00h.

TEXTO DE LA EXPOSICIÓN: PINTANDO AL DESPRECIO, DE MATÍAS SÁNCHEZ
GALERÍA COSTANTINI ARTE CONTEMPORÉNEA (MILÁN)
INAUGURACIÓN: 26 FEBRERO, 6:00 PM 

 

La pintura es un gran misterio.
Nadie ha logrado pintar bien del todo.
Robert Henri
1.-

Pintar bien, es fácil.
Sí, definitivamente, esta afirmación está comprobada.
No os equivoquéis, “pintar bien” es fácil; de hecho, esta es una tarea a la que se dedican concienzudamente “academias de Arte”, las cuales aplicando ciertos métodos bastante persuasivos y mañosos, además de perseverantes y dogmáticos , han desvelado las maneras para arribar -más tarde o más temprano- a lo que consideramos, de modo prematuro, “Pintar Bien”.
Y aquí debería decir, al menos, a lo que en nuestro Occidente más tradicional y ortodoxo, distinguimos como el acto o hecho de “Pintar Bien”.
Lo cual tampoco indica que ese resultado de lo que está “bien pintado” es ya de por sí una “Buena Pintura”; puede ser hasta una pintura seductora, engañosa, una pintura de contemplación narrativa complaciente; pero no tiene por qué ser precisamente una “Buena Pintura”, así… en mayúsculas.
Pero no nos apresuremos; esto es ya arena de otro costal a dónde llegaremos en su momento.
Seguimos, en nuestra idea inicial, al respecto, es decir… acerca de esta idea de “la Pintura bien hecha”, en esta dirección, existe hasta una línea de investigación metodológica de tendencia psico-pedagógica, y que supuestamente tiene un basamento pseudo-científico, desde argumentos de estudios neuro-psico-motrices; el cual, nos permite acceder a cierto control psico-motriz del hemisferio izquierdo de nuestro cerebro, y mediante un entrenamiento cuasi mecánico, logramos llegar a “Pintar bien”.
Lo difícil, entonces, es “Pintar mal”.
O más que “pintar mal”, lo difícil es “pintar mal” y que quede bien; que ese resultado menos complaciente llegue al status de una “Buena Pintura”.
Lo difícil es que bajo el gesto de sinceridad de la fealdad, exista una nueva belleza que nos hurgue allí donde lo fenoménico no manda; lo difícil es traspasar las fronteras del facilismo y lograr atraernos como “espejo dialogante”, que es lo que a fin de cuentas… a de ser una Pintura.

En pintura, lo único que vale la pena
no se puede explicar con palabras.

Georges Braque
2.-

En esta movediza marca de inflexión en nuestra coyuntura discursiva, bien podríamos abrir una brecha en el debate en torno a qué es la “buena” y la “mala” Pintura, ahora… a inicios del Nuevo Milenio, y tras un Siglo de Vanguardia a nuestras espaldas; para desarticular la dogmática visión de la Belleza como un “anhelado estado de orden imaginario”, que tiraniza la valía de una obra de Arte (todavía) .
Un debate que podría dividirse en infinidad de bandos; ya que, por un lado, la Pintura del último siglo occidental, ha insistido con cierta terquedad en alcanzar este desmantelamiento de lo canónico como “estado de verdad”, bajo la premisa de acercar el “Arte a la Vida”; a lo que nosotros preferimos añadir, acercar el Arte a la transparencia de nuestra subjetividad; acercar el Arte a lo imaginario, refiérase éste a la vida real, o no.
Porque si “algún logro” ha alcanzado la Pintura de la última centuria, ese logro es sin duda alguna, su autonomía -como lenguaje- de la dictadura de lo real.
Y en segundo lugar, porque -gracias a Dios- el concepto de “belleza” tal cual, así como lo consideraban los pre-modernos, ha desmerecido su rol protagónico en el orden jerárquico de nuestra escala de valores analíticos de la solidez de una producción de sentidos.
Es decir, la Belleza se ha relativizado, como se ha relativizado nuestra mirada.
Con lo cual, no es “lo bello” lo que sostiene la solidez del “pintar bien”, sino su capacidad de inquietud, su sólida hechura arrojadiza como anzuelo seductor, su bombardeo de preguntas, la evidencia de la destreza de su inteligencia, y la libertad de su descaro.
En otras palabras, hoy día, su sinvergüencería nos avala más su ideo-estética dignidad pagana, que su mojigatería más relamida.

La historia de la pintura […], es la historia de sus intentos por escapar de este sentido de fracaso, por medio de más auténticas, más amplias, (y) menos exclusivas relaciones entre representador y representado…
Samuel Beckett
3.-

Desde mi punto de vista, humildemente creo que la Historia de la Pintura Post-Moderna, nace o tiene su punto de partida, justo, cuando se asume “este sentido de fracaso” del que hablase Beckett, con cierta naturalidad, cuando se asume el “sentido del fracaso” desde la valentía del intento perpetuo del fracasado por superar su situación, su feroz circunstancia cargada de frustración e ira, decepción y cinismo.
Y el primer flanco al cual ataca la ira y el cinismo, está claro que son el orden y a la razón, y acto seguido, a la secuencialidad monolítica del relato y a la Historia (es decir el relato de sí mismos…léase: de nosotros) en sí.
Por esta conclusión clarividente, o esclarecedora, a decir verdad, no me sorprendió mucho que a finales de la década de los noventa e inicios del Nuevo Milenio, renaciera en la palestra pública occidental cierto grupo de artistas empeñados en apoyar sus estéticas en un aliento recuperador de la gestualidad expresiva de los maestros de la Barbarie de la Vanguardia; o sea, los “Padres Fundadores” del Expresionismo, la Nueva Objetividad o la filantropía eufórica, entusiasta y vitalista de los CoBrA.
De esta manera, no fue fortuito que invadieran nuestra visualidad artistas como Martin Kippenberger, Marlene Dumas, Albert Oehlen, Chris Ofili, Daniel Richter, Luc Tuymans, Manuel Ocampo, Jonathan Meese, Laylah Ali, o Tal R; entre otros, quienes abrieron un nuevo camino de exploración de una Pintura irreverente, vampiresca, dinámica, política, intimista, fulgurante, “algo caníbal” , atea, politeísta y políglota; la cual respondió de modo rotundo y efectivo al cansancio expositivo del instalacionismo más aséptico y a la literaturalidad verbalizante del Neo-Conceptual de los 90s; senda a la que se sumó, sin ningún reparo, la prometedora y prolífera obra del joven artista (nacido en Alemania, de padres españoles) Matías Sánchez.
Sólo que Matías, para empezar, inició su propia “carrera a contracorriente” en condiciones completamente desfavorables para su propuesta artística; cosa lo cual, todo hay que decirlo, es digno de admirar, pues a dónde ha logrado llevar su carrera hoy día, sólo puede ser fruto de la tenacidad y la resistencia.
Ya que de antemano, Matías no estaba (ni está) en Berlín, NYC, Londres, Ámsterdam, o Bruselas , como la mayoría de los artistas antes mencionados; sino que ha desarrollado una coherente ac(p)titud crítica ante el “acto de Pintar”, fuera de las normas bucólicas del novísimo y amanerado Neo-Pop tardío, el florecimiento performático español de los 90s, o la reminiscencia de la Fotografía Artística y el VideoArt; desde su adoptiva y provinciana Sevilla .

Hago lo que hago porque quiero, y porque el pintar es la mejor forma que conozco de soportarme.
Robert Rauschenberg
4.-

Lo interesante -a nivel metodológico/conceptual- en el caso de la obra de Matías Sánchez, es cómo ese “claustrofóbico provincianismo”, no mermó sus fuerzas e ideales; sino, todo lo contrario, le dieron “riendas sueltas”.
Uno de los mecanismo más sorpresivos de Matías al respecto, es cómo hizo suyo la decadente situación de esta referencialidad cerrada para convertirla en una parodiante metáfora que se extiende de lo particular a lo universal, de lo contemporáneo a lo históricamente presente en la existencia del creador, de lo post-moderno a lo moderno, y al revés.
Usando la supuesta “limitación” como “inagotable campo de cultivo”, MS, ha revisado su situación vital en una relación dialógica con la responsabilidad social de producir Arte; poniendo su Arte al servicio de una metodología que a nivel discursivo eleva al plano de generalidad, la pequeñez de mira de la circunstancia.
Sea esta, la circunstancia del “acto mismo de Pintar”, o el problema casi ontológico de asumir los roles sociales del encargo social que se le exige en el panorama profesional al “individuo artista”.
Un recurso retórico que le da cuerpo y movilidad accional a una postura sarcástica con el propio sistema y le da libertad de actuación a un entendimiento desacralizador de la conciencia de sí, que genera el campus del Arte alrededor de la “figura del creador” como elemento-marioneta-fetiche de hábitos burgueses, constantemente renegociados.
Una estrategia que en definitiva le permite dedicarse a lo que en verdad le interesa: Pintar. Sólo a pintar.
Y, además, hacerlo… como mejor se le antoje.

Todo debe ser discernible por su fealdad.
Jonathan Meese
5.-

Inspirado -según confesiones del propio artista- en el espíritu rebelde e iracundo de su mejor maestro andaluz: Pablo Picasso , en la ligereza caligráfica de Cy Twombly, o en la mitología introspectiva del conflicto del “artista y/en su estudio” de Philip Guston; Matías… ubicado en esta diatriba se enfrenta al acto de Pintar desde la más desbloqueadora frescura de la burla, una actitud de hecho muy andaluza; aquella que desacraliza lo sagrado y lo empapa de mundanales visiones cotidianas.
Por esto, escoge “el mal hacer”, la “Pintura mal hecha” -aquella que años más tarde, los teóricos e historiadores del Arte etiquetaron en la década de los 80s, bajo el simplificador estigma del Bad Painting- para cuestionar la validez misma del “acto de Pintar”.
Porque desde ella, desde las enseñanzas de Otto Dix, Georges Grosz, o Max Berckmann, la Pintura engrandece su complejidad, al evitar paralelismos referenciales, y sólo ser lo que es: Pintura.
Un lenguaje que mantiene la rigurosidad de sus propias reglas de efectividad y elocuencia en tanto se visualiza como espacio autónomo de nuestra retina.
Un lenguaje donde -esta vez, gracias a su naturaleza programática antiescolástica- no tiene cabida la cobardía, donde no cabe la contención del trazo, o el frenazo del gesto; donde la timidez no tiene lugar.
Una Pintura que se comporta inevitablemente como una presencia poderosa.
Aquí, en este lugar donde esta Pintura habita, sólo impera junto a ella, la osadía y el coraje.
Aquí no tienen razón de ser las medias tintas.
¿Medias tintas… para qué?
Pues bien, recapitulemos.
Es de este “espíritu trasgresor”, dotado de incógnitas, del cual hablo cuando dijo que “lo difícil es Pintar mal”, en contraposición al “Pintar bien”; pues lograr que una planimetría de colores, planos semi-abstractos, figuras irrisorias e infantiloides, incluso, subversivos textos… “mal pintados” nos impacte, subyugue, o hechice, cuando no nos está regalando el dato de su relato, no nos está describiendo una realidad contrastable tácitamente en su verosimilitud; sino que nos la está sugiriendo, conlleva un nivel de complejidades demasiado extremas, para que sean fáciles.
Se requiere de “mucho conocimiento pleno de Pintura”, de lo que “es la Pintura”, “qué sentido tiene su existencia” (esas preguntas que últimamente me hago cada vez más o menos… como si hablara en un monólogo infinito), y cuál es su espacio de coexistencia con el resto de ramas y géneros de la producción visual contemporánea; para poder romperla, atacarla, destrozarla, hacerla añicos; para luego rearmarla e impregnarle de algún aliento vital.
Y Matías, esto lo sabe.
A él, esto de “Pintar desde el mal hacer”, se le da bien.
Ya lo ha “apre(he)ndido”. Y eso se nota, se ve a plena vista.
Así como se ve su ironía, su suspicacia picaresca, o su filoso sentido del humor.
Lo que en mi Cuba natal, llamarían: “su habitual desparpajo”.
Y hablando de Cuba…, [lo siento, no puedo evitarlo] una actitud pictórica que conecta a Matías Sánchez con creadores cubanos cercanos a su generación como Carlos Quintana, Roberto Diago Durruthy, o José Emilio Fuentes Fonseca (JEFF); creadores éstos que como Matías, fluctúan con gran eficacia entre lo culto y lo popular, lo dicharachero y lo sofisticado, lo virtuoso y lo esquizoide.
Una ductibilidad oscilante que sólo se argumenta, estructura y soporta por la ferviente creencia en una noción del “Acto de Pintar”, como un “acto de fe”; como un proceso que desembocará en una experiencia sensorial enriquecedora, dadora de redención y autoconocimiento individual.
Aún, cuando suene todavía utópico y en desuso.
Aún cuando un espectador “no entrenado”, pueda suponer que sus Pinturas están realizadas “al desprecio”; con el ofensivo ánimo de violentar a la Mirada.
Allá… quienes no vean en esta rutinaria agresión a nuestra bucólica subjetividad, un gesto de bondad y sacrificio.
Será que ellos nunca comprenderán al maestro José Lezama Lima, cuando en uno de sus estados de sapiencia más sintética, decía -con cierta intención sospechosa- que… “sólo lo difícil, tienta.”

OMAR-PASCUAL CASTILLO
Granada, España.
Invierno, 2009.

PINTANDO AL DESPRECIO, DE MATÍAS SÁNCHEZ

26 febbraio – 21 marzo 2009
 
opening giovedì 26 febbraio ore 18.00
 
IL TORCHIO – COSTANTINI ARTE CONTEMPORANEA
via Crema, 8 – 20135 – Milano
Tel./fax: +39 0258318325
e-mail: iltorchio@fastwebnet.it
orario 10.00 – 12.30 / 15.30 – 19.30
Chiuso lunedì mattina e festivi


TEXTO EXTRAIDO DE http://omar-pascual.blogspot.com

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