Las ideas que animan el dibujo

José Miguel Pereñíguez

Ambas exposiciones las protagoniza a primera vista el dibujo aunque abordado desde perspectivas diferentes. José Miguel Pereñíguez (Sevilla, 1977) emplea el trazo y la mancha para construir figuras; Juan Carlos Bracho (La Línea de la Concepción, 1970) se limita al trazo para erigir cadencias.

Ambas exposiciones las protagoniza a primera vista el dibujo aunque abordado desde perspectivas diferentes. José Miguel Pereñíguez (Sevilla, 1977) emplea el trazo y la mancha para construir figuras; Juan Carlos Bracho (La Línea de la Concepción, 1970) se limita al trazo para erigir cadencias. Los dos logran, sin embargo, la difícil síntesis que Maldiney llamó ritmo: formas que el fondo (el papel y el grafito) empuja hacia fuera, haciéndolas vibrar, mientras que ellas a su vez remiten a la silenciosa materia de las que surgen. Hay otra diferencia: mientras los papeles de Pereñíguez están ahí y sugieren una historia, el dibujo de

José Miguel Pereñíguez

Bracho falta: las obras expuestas evocan la historia del propio dibujo ausente.

El trabajo central de Pereñíguez evoca la première, en un campo de trabajo nazi, del Cuarteto para el fin de los tiempos de Olivier Messiaen. Messiaen, prisionero de guerra, llegó al stalag con el clarinetista judío Akoka y el chelista Pasquier. Allí estaba Le Boulaire, un violinista. Los cuatro interpretaron la obra que, anunciada con el pertinente cartel, escucharon los cuatrocientos prisioneros con atención, según Messiaen, rayana en el rapto. En el dibujo las sillas de los músicos están tras una larga reja de la que cuelgan el anuncio del concierto y ese cartel que incluían los nazis en sus campos: "El trabajo hace libre". Ante la reja, un atril fija el lugar del espectador. No se le invita a ver el dibujo ni a recordar la obra de Messiaen sino a pensar en una música cautiva: invención bajo la violencia que sugiere oscuras contradicciones de nuestra cultura. Una serie dedicada al extravío de los restos mortales de Schiller hace pensar en la mitomanía del genio, una de las raíces, quizá, de aquellas contradicciones.

Juan Carlos Bracho

El año 2003, Bracho trazó líneas verticales paralelas sobre un gran papel (240×480 centímetros). Aunque sus ritmos puedan sugerir figuras, la intención se limitaba a experimentar con el trazo que siembra vibraciones en el papel frunciéndolo en innumerables cadencias. La obra hablaba a la vez a la vista y al tacto, y realizaba un afán minimalista: hacer cruzar el límite donde un objeto se convierte en obra de arte. Los grandes dibujos, una vez expuestos, se destruían. Bracho filmó la elaboración de uno de ellos. La larga proyección es el núcleo de la muestra, junto a un panel con fotos tomadas periódicamente (hace pensar en On Kawara) y un libro de artista de parecido contenido. Las tres piezas ocupan la nave central del antiguo templo, mientras que en la cabecera nueve dibujos bosquejan otras tantas etapas del trabajo. A esto se añaden fotos de diversas exposiciones de la(s) obra(s) reiterada y desaparecida. Un vídeo resume el sentido de la pieza: sencillez del proyecto, sentido artístico de la elaboración, capacidad para crear espacio.

El efecto de ambas muestras es análogo: el atractivo inicial del dibujo se transfiere poco a poco al interés de las ideas que lo animan. Pero éstas, como Anteo, cobran nuevo vigor si la mirada regresa al dibujo, al trazo y a la mancha, a la materia, papel y el grafito. 

JUAN BOSCO DÍAZ URMENETA 21/02/2009

BABELIA / EL PAIS.COM


 

José Miguel Pereñíguez 
Presencia de ánimo

Galería Rafael Ortiz

Mármoles, 12. Sevilla

Hasta el 27 de febrero

Juan Carlos Bracho
Félix y su amiga F.

Espacio Iniciarte (antigua iglesia de

Santa Lucía). Santa Lucía, 10. Sevilla

Hasta el 15 de marzo

 

 

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