Propuestas de arte / Federico Guzmán cuestiona con su trabajo el arte y su autoría

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Lo que propone el artista andaluz Federico Guzmán en la muestra que presenta en la galería Joan Prats de Barcelona, es una forma de cuestionar la obra de arte y también su autoría. En sus dibujos, pinturas, collages e instalaciones Guzmán utiliza medios de reproducción mecánica o bien se apropia de fotografías y libros ajenos, que manipula hasta poner en duda el concepto de propiedad intelectual.

Nacido en Sevilla en 1964, Federico Guzmán pertenece a la generación de artistas andaluces, que como Guillermo Paneque y Pepe Espaliu, aparecieron en la escena artística a finales de los 80 gracias al impulso de la galería La Máquina Española. Desde esa fecha Guzmán ha colaborado con importantes galerías como Yvon Lambert de París y Brooke Alexander en Nueva York, participando también en numerosas muestras colectivas, entre ellas el Aperto de la Bienal de Venecia de 1988 y Metropolis en Berlín el año 1991. En Barcelona, Federico Guzmán ha realizado ya una instalación en el Espai 13 de la Fundació Miró y está representado en la colección del Macba con la pieza Emboscadura, una inmensa pizarra llena de grafittis, sobre la que los visitantes pueden escribir o dibujar con una tiza, lo que deseen.

En la muestra de la galería Joan Prats se incluyen las series tituladas Pintarojas y Cartas negras realizadas también sobre pizarras, en las que el artista sevillano insiste en el mismo discurso, mediante frases sueltas escritas con un estilo conciso y lapidario. Se trata de reflexiones que a menudo parecen sentencias, como por ejemplo aquélla que dice «la vida es una tragedia para los que piensan y una tragedia para los que sienten».

En la obra titulada Mis libros favoritos, Guzmán ha reunido algunos libros prestados por sus amigos, que ha manipulado después sustituyendo el nombre del autor por el del amigo correspondiente. El visitante puede hojear los distintos volúmenes y ver cómo el artista parece así burlarse con ello del habitual Copyright. Para más inri el público tiene además la posibilidad de fotocopiar algunas páginas, ya que Guzmán incluye una copiadora decorada con motivos exóticos. Esta pieza se completa con una escultura-contenedor en forma de interrogante que presenta libros manipulados, documentos y poemas robados, procedentes de otras acciones impulsadas por el artista. Finalmente en esta especie de juego de apropiación indebida, Federico Guzmán, poseído de un gran sentido del humor, ha instalado en una jaula, como si fuera un papagayo, un escáner de telefonía móvil pintado con colores chillones que permite captar las conversaciones de los móviles que circulan por el barrio. El artefacto, llamado Pepi, suelta una retahíla de diálogos fragmentados, con los que el autor intenta reivindicar la libertad de lectura.

MARIE-CLAIRE UBERQUOI
www.elmundo.es

13 de junio de 1997

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